En aimant, tu serais aussi aimé

Rosa Ceño, Carmen Cuevas y Josep Consola, España

Te deseo primero que ames y que, amando, también seas amado. Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuántas vidas está hecha un árbol.

Je te souhaite, Victor Hugo

No de agua, de miel, será la última gota de la clepsidra.

La Clepsidra, José Luis Borges

En aimant, tu seras aussi aimé es un proyecto de paisajismo sostenible en el que, partiendo del elemento ‘agua’ como fuente de vida, diseñamos tres jardines conectados entre sí (luna, estrellas, viento). El espacio se ha concebido con el fin de generar servicios ecosistémicos y mitigar los efectos del cambio climático mediante soluciones basadas en la naturaleza (SbN). Cuidamos lo que amamos: si el hombre cuida el planeta, la naturaleza prosperará. Los polinizadores garantizan nuestra supervivencia cuando polinizan nuestros cultivos. Y nosotros devolvemos este gesto de amor regalándoles un jardín que les proporciona el refugio y los alimentos necesarios para su supervivencia y dispersión.  La diversidad de especies vegetales, algunas autóctonas y otras terapéuticas, atrae a la biodiversidad mientras, el biocontrol, la protege. Por último, hemos envuelto el proyecto en poesía, pues una gota de agua transformada en ‘miel’ (Borges) por amor podría eternizar nuestra la vida en el planeta, y una semilla podría convertirse en el ‘árbol’ de la vida (Víctor Hugo), si conseguimos convencer al visitante de que su alianza con la naturaleza es la clave de su supervivencia.

El reloj de agua nocturno de los egipcios, la clepsidra, nos recuerda que los recursos del planeta no son infinitos; una gestión sostenible del agua, fuente de vida, desencadena una ola de biodiversidad. Un sendero nos conduce al Jardín de Luna, cuyas especies vegetales blanco y plata que reflejan la luz de la luna, atraen a los desconocidos pero eficientes polinizadores nocturnos. La clepsidra dialoga con un árbol, alimento y refugio de biodiversidad, que debe su crecimiento, como el resto del jardín, al agua recibida. Al otro lado del sendero, vemos el Jardín de Estrellas, inspirado en la estética puntillista, que con sus flores resilientes transmite color, belleza y esperanza. Es un corredor de biodiversidad que conecta tres árboles de hojas acorazonadas, símbolo de los servicios ecosistémicos. El Jardín de Viento denuncia los monocultivos, enemigos de la biodiversidad y los ecosistemas: a pesar de su monótono y agostado cromatismo, contribuye a la dispersión de las semillas vecinas, y el sonido de su brisa es cautivador. ¿Podrán las emociones de los visitantes conseguir que la última gota de la clepsidra sea eterna? Si gestionamos el agua se forma sostenible, crecerán semillas, y los polinizadores podrán alimentarse, propagar nuestros cultivos y controlar plagas. Al visitar el jardín, las emociones del visitante, transformadas en gotas de agua, serán alimento para la biodiversidad. Entenderemos entonces de cuántas vidas está hecho un árbol, y podremos navegar hacia la inmortalidad por el reino de la sostenibilidad.